Mi primera reflexión al llegar a esta residencia, era por qué ese nombre si nadie te recibía a la
entrada y había poca luz, había un flexo en una pequeña mesita, daba la impresión que te iban a hacer un interrogatorio como si estuvieses en la dirección general de seguridad, empujabas la puerta y tenía un resorte por lo cual retornaba a su posición inicial, si fallaba algunas veces
había una aldaba de hierro con forma de mano con la que dabas unos golpes aunque chirriaba bastante y cuyo sonido no era muy agradable, eso sí, aparecía cuando menos te lo esperabas una especie de institutriz vestida de negro con mirada penetrante que me recordaba las películas de Alfred hitchcock causándome cierta impresión.
Me instalaron en una habitación con vistas al
mar… la fotografía estaba muy bien hecha. Martirio que era la señora de la habitación de enfrente
que no hacía nada más que pasearse de un lado para otro. El nombre la venía al pelo, en realidad, no tenía pelo, llevaba una peluca que debía ser de la época de Luis XV, la cubría hasta los pechos,
bueno es una exageración pues la llegaban al ombligo, eso sí, no sé de qué material estaba hecha pues cuando se la caía al suelo despertaba a toda la residencia, que la empleaba para matar
cucarachas u otros pequeños insectos en sus ratos de ocio, estaba muy gorda y decía que no la
gustaba salir a la calle y lo hacía con el fin de rebajar grasas, cuyo sudor debía dejar en el suelo pues habitualmente se encontraba mojado, hasta que las mujeres de la limpieza lo recogían. Era incontinente también y ella aseguraba que no era de ningún otro continente, que era de Madrid.